El entrenador de la Unión Deportiva Las Palmas vio recompensado su deseo de enfrentarse al Celta de Vigo en la eliminatoria de Copa del Rey y el próximo martes comienza su enfrentamiento ante su pasado en el Estadio de Gran Canaria. El día 16, en Balaídos, volverá al lugar donde se convirtió en una figura querida y admirada, ya que aún le recuerdan por el ascenso logrado en 2012.
“No es fácil, son tres años…”. Estas fueron las primeras palabras que pronunció Paco Herrera su última rueda de prensa como entrenador del Real Club Celta de Vigo, la de su destitución. Después de dos temporadas y media al frente del timón celeste, el entrenador que había logrado el retorno del club vigués a la máxima categoría del fútbol nacional se marchaba por la puerta de atrás a mitad de campaña tras una serie de resultados negativos que precipitaron su cese.

Hace algunas semanas, varios años ya después de aquella rueda de prensa de su despedida, el entrenador pidió un deseo en la comparecencia previa al sorteo que determinaba el rival de la Unión Deportiva Las Palmas en la ronda de dieciseisavos de Copa del Rey. “Bromeando digo que nos va a tocar el Celta, bromeando. No sé, por el cariño que tengo hacia todo aquello y la ilusión de poder jugar un partido allí”, comentó. La suerte sonrió al técnico y cumplió su deseo: Paco Herrera se reencontrará con su pasado.
Fueron tres años en los que Paco Herrera se ganó el corazón de todos los aficionados del Celta de Vigo a base de una receta con ingredientes como el trabajo, la sensibilidad con los jugadores jóvenes y de la casa, el cariño con los más fieles y los éxitos en forma de resultados. Transformó a aquel equipo desnortado en las medianías de la Segunda División y lo convirtió en un conjunto ganador.
Una campaña esperanzadora de final cruel
En su primera temporada al cargo contó con una plantilla que mezclaba la juventud de valores emergentes como Hugo Mallo, Michu o Álex López con la veteranía de hombres consolidados como Trashorras o De Lucas. Fue el año en el que dio la alternativa a aquellos que a la larga se acabarían convirtiendo en héroes –Iago Aspas, explotaría de la mano de Herrera– y en el que sólo la lotería de los penaltis evitó que el ascenso a Primera se lograse en el primer intento.
Aquella temporada 2010/2011 fue muy irregular para el Celta. El cuadro vigués no comenzó el curso del todo bien pero a medida que el campeonato avanzada su ecuador el conjunto gallego fue ascendiendo en la tabla hasta situarse como líder en la jornada 25. No obstante, la segunda vuelta no fue tan buena como el final de la primera y el equipo acabó relegado a una sexta plaza que le obligaba a jugar la promoción si quería ascender.
La eliminatoria ante el Granada se convirtió en una batalla de tintes épicos tanto en el partido de ida como en el de vuelta y toco acabó decidiéndose desde los once metros. El equipo de Herrera llegó a ponerse por delante con una ventaja de 3-4 tras el fallo de Carlos Calvo en el segundo lanzamiento del Granada pero el acierto del portero local Roberto y los errores de Michu y Catalá en los dos últimos disparos condenaron al combinado celeste postergaron a la afición celtiña a un año más de espera para el regreso a Primera.
El año del ascenso
Tras el fatídico desenlace del curso anterior el objetivo de la entidad de Vigo no era otro que el del ascenso una vez iniciado el ciclo futbolístico 2011/2012. El preparador técnico repetía al frente de la nave gallega después de una temporada en la que había conquistado a sus jugadores y, sobre todo, a los aficionados.
La misma irregularidad que sufrió el equipo en el año precedente les acompañó también en esa ocasión pues no fue hasta mitad de la temporada cuando el Celta alcanzó los puestos de ascenso directo. Y esta vez, con la experiencia adquirida, no dejaron escapar su oportunidad. Desde la jornada 24 y hasta el final de la maratón sólo hubo cuatro semanas en las que la escuadra celeste no ocupó la segunda plaza. En su segundo año al frente del equipo Herrera lograba el ansiado ascenso y se hacía un hueco entre las figuras más queridas.
Iago Aspas había sido la apuesta personal del entrenador desde el momento en el que puso un pie en A Madroa y el joven delantero de Moaña probablemente fue en esa temporada el mejor jugador de la categoría.
Además, los jóvenes por los que había apostado meses antes habían sido actores principales del éxito. Todo había salido bien y por segunda vez en su carrera iba a sentarse en un banquillo de Primera División –antes había dirigido brevemente al Numancia en la temporada 2000/2001-.
Amarga despedida
Visiblemente emocionado Paco Herrera abandonaría el Celta de Vigo sólo ocho meses después del ascenso. Con el equipo en zona de descenso tras 24 jornadas disputadas y a cuatro puntos de la salvación, era destituido de su cargo. Su despedida seguramente no fue como él había deseado pues en el acto en el que se anunciaba su marcha quien le acompañaba era Pedro Posada, vicepresidente de la entidad ya que Carlos Mouriño se encontraba cerrando los detalles de la contratación de su sustituto, Abel Resino.
Sin embargo, pese a los rumores de distanciamiento que existían en el entorno respecto a algunos futbolistas y al propio director deportivo los días antes de su marcha, el actual entrenador de la Unión Deportiva Las Palmas se despidió entonces con palabras de agradecimiento y gratitud a todo lo vivido durante aquella etapa.
Es indudable que aún alberga nostalgia y desazón porque no le dejaron terminar el trabajo que inició pero a pesar de todo siempre que ha de tener alguna mención hacia su ex equipo se le destensa el rictus y una sonrisa brota de su rostro. Algo así ocurrió el día que en rueda de prensa comentó que le haría especial ilusión enfrentarse al Celta en Copa del Rey.
El destino, siempre caprichoso, le ha brindado esa oportunidad. Este martes la ida se juega en el Estadio de Gran Canaria pero a buen seguro que será en la vuelta, en Balaídos, cuando los recuerdos y los sentimientos broten de verdad en él. Volverá a la que fue su casa, o al menos lo fue hasta que le echaron.